Tragos aptos todo público
Padre e hijo recorrieron diferentes restaurantes para probar tragos sin alcohol y no depender sólo de las gaseosas. Una oportunidad para pasar más tiempo con los chicos.

Mateo, mi hijo, acaba de cumplir once años. Desde muy chico le gustan esas bebidas que combinan hierbas, flores, frutos y especias, que siempre mezcló con gaseosas, soda o jugo. Por mi parte, siempre suelo tomar vino con las comidas. Mateo agarra mi copa, gira el vino y lo huele: “Para mí tiene olor a vino”, me dice, y después pregunta: “¿Puedo probar?”. Asiento con la cabeza y se moja los labios. “No es feo”, sentencia luego, “aunque un poco amargo”. Recuerdo que cuando tenía su edad, mis padres me servían un fondito de vino mezclado con soda; antes de que se terminara el vaso, volvía a servirme soda para creer que seguía tomando vino. Mateo sólo se moja los labios, más no quiere (ni lo dejaría, por ahora).
A los dos nos gusta ir a comer afuera. Sus lugares favoritos, obviamente, son las pizzerías clásicas y las cadenas de hamburguesas. Sin embargo, cada vez le gusta más la comida bien elaborada, y es fanático del bife de chorizo. Cuando llegamos a los restaurantes cada uno recibe su carta y elije su plato. Él primero lee los postres para ver si hay frutillas con crema; yo, las bebidas. Mis opciones son casi infinitas: vinos, aperitivos, whiskies, rones y tragos. Él, sólo gaseosas y alguna que otra agua saborizada.
Uno conversa con sommeliers que explican la importancia de maridar las comidas con diversos vinos y bebidas para realzar los sabores, para que cada gusto se potencie y vivir una experiencia gastronómica completa. ¿Y para los chicos? Para ellos sólo gaseosas o agua, pero, ¿por qué?

En los años ‘30, la pequeña Shirley Temple hacía su aparición en la pantalla grande en la película “Bright Eyes”. La niña cautivó al público con su dulce voz, su gran actuación y sus pasos de baile. Shirley de a poco se convirtió en una niña prodigio que era un fenómeno del marketing, inspirando a diseñadores con diversas vestimentas que llevaban su nombre y muñecas con las que jugaban niñas que soñaban con ser actrices. Tanto fue el revuelo que creó la pequeña, que el barman del restaurante Chasen’s, en California, Estados Unidos, creó un trago en su honor, que –obviamente– no tenía alcohol. La combinación estaba hecha a base de ginger ale, jugo de naranja y granadina, creando gran armonía entre los sabores dulces y ácidos con un color llamativo y tentador. El trago ganó mucha popularidad y la misma Shirley lo bebía en dicho restaurante.
Con el tiempo, esta costumbre de preparar cócteles para chicos se fue perdiendo